viernes, 19 de junio de 2020

Belgrano, creador del símbolo que nos une

"Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad”, les dijo Belgrano a sus tropas el 27 de febrero de 1812 luego de enarbolar nuestra primera bandera, que parece que era azul-celeste (más oscura que la actual) y blanca, pero en dos franjas verticales, y había cosido a mano por la rosarina doña María Catalina Echeverría. Recién al año siguiente se empezó a usar una bandera de tres franjas horizontales: celeste, blanca y celeste, como la conocemos hoy. Los colores los sacó de la escarapela, que había creado él mismo unas semanas antes.

No hay certezas sobre la elección del celeste, era el color de la Casa de Borbón, que era la familia real española, y por eso se podría

suponer cierta fidelidad al rey que estaba preso. Muy poco probable, porque también era celeste el color con el que se identificaba el bando morenista (al cual pertenecía Belgrano), que eran los revolucionarios que querían romper definitivamente con España. También pudo haber sido porque, mientras Belgrano estaba a cargo del Real Consulado del Virreinato del Río de la Plata, el distintivo de esa institución era color celeste como el manto de su santa patrona, la Virgen de la Inmaculada Concepción.

Lo que sí sabemos con certeza es que Belgrano estaba preocupado por entusiasmar a su tropa, y la creación de un distintivo, como la escarapela primero, y como la bandera después, buscaban que el nuevo ejército comenzara a identificarse con símbolos de una patria nueva.

Algo que no mucha gente conoce, es que si bien el primer Triunvirato (el gobierno de entonces) había aprobado la escarapela para unir a la tropa, no quería que se usara una nueva bandera, porque en Buenos Aires aún se seguían usando símbolos españoles. Rivadavia, secretario de aquel Triunvirato, le ordenó a Belgrano que oculte disimuladamente la nueva bandera y que no se adelante a tomar decisiones tan importantes sin antes consultar.

Pero esta orden nunca llegó a tiempo, y Belgrano, que se enteró varios meses después fue acusado de desobediencia y su tropa partió a la Campaña del Norte con la nueva bandera. Dijo, en respuesta al gobierno, que la guardaría, pero la usaría luego de una gran victoria.

Aquellos colores recorrieron, desde nuestros primeros pasos como patria, cientos de kilómetros con el ejército que lideró Belgrano, y luego con el ejército de los Andes, que al mando de San Martín luchó por la liberación de la Patria Grande.

En este 2020, se cumplen 200 años de su muerte, y sería injusto reducir el legado de este patriota con todas las letras, a la creación de la bandera, que no es poco, pero Belgrano fue muchísimo más. Un reconocido abogado miembro de la Primera Junta de gobierno de 1810 convertido a militar de la noche a la mañana porque la revolución así lo demandaba; lideró del glorioso éxodo jujeño; defendió a los pueblos americanos originarios. Hombre honesto, coherente y humilde, que donó lo que tenía para la construcción de escuelas.

El objetivo primario que movilizó a Belgrano a crear una bandera que uniera a sus soldados en la batalla, defendiendo una patria que apenas nacía, sigue hoy cargando de sentido patriótico nuestro presente. Belgrano puede descansar tranquilo, porque doscientos años después, cada vez que una bandera celeste y blanca flamea, un pueblo sigue uniéndose.

Sergio Maldonado