“Túnel de voces”
A la corta edad que tengo, ya había experimentado
diversas situaciones que me ayudaron a sobrevivir sin el apoyo de un
adulto. Ahora me toca pasar por la inevitable depresión adolescente,
donde todo me parece aburrido, sin sentido, y me enojo
por todo y por nada. Mi abuela siempre me decía:
-Deja de fruncir el ceño o tendrás arrugas y te convertirás en una oruga.
Ella es mi compañera, mi amiga, y mi segunda madre.
Todos los veranos voy a su casa y la ayudo con los quehaceres, o hago
turnos en la panadería que queda cerca de su casa.
En ese barrio, las señoras hablan de los otros vecinos
como si fuesen ratas, los niños juegan a la pelota en la calle y corren
cuando pasa algún vehículo, los perros persiguen esos mismos o juegan
entre ellos. Todos se conocen, y todos los conocen;
sin embargo, son desconocidos. La campana de la iglesia rompe los
anillos, las alianzas, formando nuevos compromisos, nuevas familias,
nuevas promesas que nadie cumplirá.
En la vieja estación de trenes, hay un túnel. Dicen que
esa estación ya no se usa debido a un trágico accidente que tuvo lugar
allí. A veces, debo pasar por allí para hacer entrega de folletos o de
algún pan dulce. Y, cada vez que paso, puedo
escuchar voces, que susurran sus últimas palabras de venganza,
desesperación o auxilio.
No fue hasta el día de hoy que me sumergí en la
oscuridad del mítico túnel. A penas apreciaba las vías oxidadas y rotas
por los distintos fenómenos naturales que pasaron por allí, o los
grafitis hechos por amigos, compañeros, amantes, o, simplemente,
un ser solitario e inmortal.
El silencio se pudo presenciar por unos instantes,
cuando las voces callaban, esperando a que algún individuo escuchara sus
peticiones. Pero luego oí sonidos de todo tipo: cristales rotos siendo
pisados, al igual que hojas secas y ramas rompiéndose.
Sin embargo, ¿por qué hay tanto silencio entre los
sonidos? ¿Por qué debo apreciar la oscuridad absoluta arrastrándome por
un túnel eterno?
-Arguello Ana. 4°1° Ciencias Sociales.