El próximo viernes 15, previo a las vacaciones, estaremos celebrando los actos del BICENTENARIO DE NUESTRA INDEPENDENCIA.
Palabras del profesor JUAN CRUZ JULIANO.
200 años
“solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias, romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, invocando el carácter de una nación libre e independiente”.
El Bicentenario de la Independencia es una ocasión propicia para la reflexión y los balances, un momento especial para pensar la Patria. Ello exige un esfuerzo intelectual con una mirada serena y desapasionada, que no ignore los dramas y tragedias y a la vez, esperanzadora, donde los desaciertos y las frustraciones no nos desanimen, sino que sean el primer paso de un nuevo camino.
Pero al mismo tiempo, esta celebración nos interpela. Si en 1816 nos independizamos del yugo español, la pregunta que debemos hacer en esta instancia es ¿De qué debemos independizarnos hoy? ¿Cuáles son nuestras dependencias actuales? ¿El individualismo? ¿La indiferencia? ¿El espíritu sectario? ¿La corrupción? ¿El narcotráfico? ¿La pobreza?
Ante la pregunta, ¿le falta algo a nuestra independencia? La respuesta corta es sí. Nos falta algo. Pero esto no debería llamarnos la atención, porque la independencia es un proceso permanente.
Entre los múltiples interrogantes que se desarrollaron en nuestra compleja historia, difícil de entender desde nuestro presente, está la de preguntarse si podemos superar los modelos antagónicos presentes en estos doscientos años. Dicotomías que se fueron presentando con distintos nombres: unitarios y federales; radicales-peronistas; conservadores-progresistas; de derecha y de izquierda y podríamos seguir enumerando. ¿Estamos signados por la conflictividad permanente? ¿Acaso otras naciones no tienen también distintas miradas en lo político, en lo social, en lo económico? Creer en lo primero, sería caer en un determinismo y negar la libertad humana.
Tenemos que concluir entonces que la diversidad es una riqueza y que las cosas que nos distinguen, no necesariamente nos deben separar. Es en las sociedades divididas donde prima el interés personal, por sobre el Bien Común, el “yo me salvo” sin importarme la situación ajena.
Para conseguir la tan anhelada concordia en ámbitos de pluralismos y diversidad hay una regla de oro, “todos somos argentinos y debemos trabajar haciendo lo mejor que podamos nuestro trabajo para construir un país mejor”.
El camino para construir una sociedad justa, pluralista y democrática es empezar a encontrar puntos de encuentros, basados primero en la persona como sujeto de derechos y en una justicia redistributiva que recree el sentido de equidad social como un desafío impostergable de este momento histórico.
Lo que finalmente hay que comprender es “que no podemos ser felices unos sin los otros y ciertamente nunca unos contra los otros”.
Como alguna vez escribió Borges "…Nadie es la patria - /pero todos debemos/ ser dignos del antiguo juramento/ que prestaron aquellos caballeros (…) Nadie es la patria, pero todos los somos. Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso.