Hoy estamos conmemorando el Día de la Memoria, por la Verdad y la Justicia. Agradecemos especialmente a los organizadores del Departamento de Cs Soc., docentes de otras áreas, estudiantes y ex alumnos participantes. Los invitamos a reflexionar, en archivo adjunto,sobre esta jornada. Palabras del prof Oscar Zapata.
El 24 de marzo de 1976 comenzaba en Argentina una de las épocas más oscuras de nuestra historia. En la madrugada de ese día,
superiores de las Fuerzas Armadas tomaron el poder a través de un golpe de Estado y derrocaron al entonces gobierno constitucional de Isabel Perón; de esta forma, comenzó una dictadura cívico-militar que duraría hasta 1983. Entre los años en que duró esta dictadura, más de 30 mil personas fueron desaparecidas, se perpetraron un centenar de secuestros, privaciones ilegítimas de libertad, torturas en centros clandestinos de detención, apropiación de recién nacidos y exilios forzados de miles de argentinos. Esta modalidad de gobierno de facto y su respectivo modus operandi, a su vez formaban parte de un plan mayor conocido como Plan Cóndor, el cual ya operaba en toda Latinoamérica y funcionaba como coordinación entre las distintas dictaduras que en esos años se habían instaurado en otros países del Cono Sur, entre ellos Chile, Paraguay, Uruguay y Brasil.La dictadura se propuso instaurar un proyecto político,
social y económico en beneficio del capital financiero internacional y de los
sectores más concentrados de la economía a los cuales representaba. Para
lograrlo fue necesaria la implementación del terrorismo estatal, que incluyó la
subordinación y el disciplinamiento social de toda la población a través de la
persecución, represión y desaparición forzada de personas. Este proyecto de
disciplinamiento y control social se extendió al ámbito de la cultura en todas
sus formas. Tanto la cultura como la educación eran consideradas por los
dictadores como un “campo de batalla contra la subversión”, por ello,
impusieron la censura sobre una gran cantidad de productos culturales
considerados “sospechosos”. Se prohibieron libros, canciones, películas,
revistas, etc. y se persiguió, reprimió y desapareció a distintas
personalidades del mundo artístico e intelectual.
La cifra 30.000 desaparecidos es un significante situado
históricamente. Denuncia el terrorismo de estado: su masividad, su
sistematicidad, la magnitud de la desaparición forzada de personas. Se
construyó en plena dictadura, en medio de la clandestinidad de la represión,
cuando los genocidas negaban la existencia de los desaparecidos. La
construyeron los familiares, los sobrevivientes, los militantes, poniendo en
riesgo su vida, mientras la represión sucedía. Quien pone en duda a los 30.000
pretende negar la historia, relativizar la represión, minimizar sus efectos,
banalizar su magnitud.
Desde la llegada de la democracia, comenzó un largo
proceso de justicia que se extiende hasta nuestros días, ya que aún hoy siguen
siendo juzgados muchos de los responsables de aquellos delitos, que no
prescriben por ser delitos de "lesa humanidad".
Este año se cumplen los cuarenta y un años
ininterrumpidos de democracia y 48años del golpe, y creemos, fervientemente,
que reconstruir hechos del pasado no tiene que ver sólo con fechas, nombres y
sucesos, sino con el presente que nos constituye, que transitamos día a día. La
historia es presente, es memoria, es recuerdo, es identidad y experiencia.
Memoria, verdad y justicia son
banderas de lucha, pero también procesos que se retroalimentan. Es importante
recordar siempre lo sucedido en esos años y a sus víctimas, para que estos
hechos no se repitan, como lo es también conocer la verdad, esa verdad
negada por los propios responsables de los mayores crímenes cometidos en
nuestro pasado reciente, para poder transmitir y enseñar a los y las más
jóvenes. Pero también resulta imprescindible juzgar y condenar dichos crímenes
para que nuestro pueblo pueda procesar el daño sufrido. Los procesos
de memoria, verdad y justicia tienen un sentido reparatorio para las
víctimas, pero también para el conjunto de la sociedad ya que propician la
construcción de consensos básicos para la vida en democracia, y promueven sobre
esta base la reconstrucción de los lazos sociales.